miércoles, 22 de julio de 2009

Transformers: La Venganza de los Caídos (Guión Original)





Transformers: La Venganza de los Caídos


Guión de

MICHAEL BAY


(Escrito por

Alex Kurtzman

&

Roberto Orci

&

Ehren Kruger)










SEC. 1 EXT. CAMPO DESÉRTICO –DÍA


Salen unos cuantos notas disfrazados de cavernícolas (no sé muy bien cómo eran los cavernícolas... Da igual, pondremos a cuatro colgados y les pondremos a hacer el imbécil, a caminar haciendo movimientos extraños, les pondremos Rastas en el pelo y los pintarrajearemos).

¡DE REPENTE UN PUTO ROBOTAZO DEL COPÓN COMIENZA A MASACRARLOS! ¡YIIIIIHAAAA! ¡SANGRE!

SEC. 2 EXT. ATARDECER –DÍA

Un helicóptero vuela al amanecer. Es parte del toque de Michael Bay.

SEC. 3 INT. UNIVERSIDAD –DÍA

El prota ve símbolos raros y se pone a dibujarlos instintivamente. Va a ser la mejor secuela de la historia del cine, mejor aún que “Speed 2”.

ANOTACIÓN IMPORTANTE: Todas las alumnas del campus serán Top Models, así podré sacar jovencitas lozanas sacadas del catálogo de Victoria Secret. (EXCUSA PARA JUSTIFICARLO: Em... Un hacker... pues, ¿pirateó la base de datos de la uni para que todas las alumnas fuesen Top Models? Pse, eso colará.)

SEC. 4 EXT. EN EL FONDO DEL MAR –DÍA

Como no se me ocurre un malo maloso que tenga carisma para esta secuela, voy a resucitar al de la anterior película.

MÉTODO PARA JUSTIFICARLO: Soy un genio, con este método nadie podrá decir que el argumento tiene huecos: usaré la Chispa Vital, que en la anterior peli lo mató al tocar su pecho, para hacer lo contrario, devolverle la vida. ¡Va a ser un gran giro argumental!

SEC. DE LA 5 A LA 102


MICHAEL BAYSPLOSIONS!!!!!!!! BLA BLA SPLOOOOOOOOOM!!!!

SEC. 102 A LA 2311032438

Chistes rancios sobre gays, negros y tías. Que la cámara gire alrededor de los personajes hasta provocar (como mínimo) el vómito en las cinco primeras filas. Personaje graciosillo y entrañable, a cargo de John Turturro. Optimus Prime muere, pero no temáis, enseguida le resucitamos (pudimos con Megatron, podremos con Prime jejejeje).

Los buenos ganan.

Moraleja de la película:

EL EJÉRCITO MOLA

ANOTACIONES IMPORTANTES

Enfocar el culo de Megan Fox. Si puede ser, dos veces en cada escena.

AÚN MUCHÍSIMO MÁS IMPORTANTE

Se me ha ocurrido un gag bestial:


¡Un robot con testículos metálicos! ¡Me muero de risa con solo pensarlo jat jat jat!

domingo, 19 de julio de 2009

Harry Potter y el Misterio del Príncipe


Para empezar, me gustaría realizar un pequeño ejercicio retrospectivo a modo de repaso general de la saga cinematográfica "Harry Potter" (únicamente me referiré a las películas, puesto que considero harto irrelevante analizar en profundidad las novelas de J.K. Rowling, al menos en este post). En primer lugar, tenemos dos cintas dirigidas por Chris Colombus: Harry Potter y la Piedra Filosofal y su secuela, La Cámara Secreta. Mientras que la primera es pura carne de televisión, un relato amodorrado dirigido sin pasión con el único propósito de contentar a los ávidos fans del libro acumulando la mayor cantidad de escenas de este (incluso sacrificando el ritmo narrativo en el proceso, o la anexión entre escenas), donde únicamente destacan algunos pasajes -bien retratados y resueltos, huelga decir- y algunos efectos visuales -pese a que otros, en cambio, son una chapuza-, La Cámara Secreta es una amplia mejora respecto de su predescesora. No solo el ritmo es mucho más ligero y fluido, si no que la cohesión entre escenas es mucho mayor, los efectos especiales son espectaculares (a destacar el Basilisco, realmente bien integrado y muy creíble), contiene mayores dosis de tensión, terror y violencia (realmente agradecidas en una historia detectivesca de este tipo), y grandes escenas para el recuerdo (entre otras, la llegada a Hogwarts en el Ford Anglia, el partido de Quidditch con la "Bludger loca", la quema de Fawkes, la huida del Bosque Prohibido o, sin ir más lejos, toda la parte final en la Cámara de los Secretos). Únicamente se le podría achacar ciertas arritmias en su segunda hora de metraje y, de nuevo, que Colombus nunca se muestra del todo atrevido con el material que posee, limitándose a poner la cámara y ya.

Así llegamos a El Prisionero de Azkaban, dirigida por Alfonso Cuarón y para quien suscribe, la mejor de las seis cintas estrenadas hasta la fecha. Cuarón consigue, no solo dosificar muy bien el tiempo de aparición de cada personaje y sacar muy buenas interpretaciones (¡Pardiez, incluso Radcliffe se muestra convincente!), si no elevarse muy por encima del libro, desechar la paja y centrarse en la idea principal, aportando a la saga grandes dosis de verdadera magia (esa que se ve de fondo pero siempre está presente, sobretodo en los pequeños detalles), de terror (¡Esos dementores!), de trepidancia (en dos horas asistimos a toda suerte de eventos que configuran una de las mejores cintas de magia y aventura de la década) y, sobretodo, de emoción, apoyado por una espectacular fotografía de Michael Seresin, efectos digitales que aún no han sido superados en la saga y un John Williams en estado de gracia a la batuta. Magnífica.

Y ahí llegó Mike Newell (Cuatro bodas y un funeral) para mandarlo todo al traste. No solo destruyó por completo el suspense del que considero el mejor libro de la saga, El Cáliz de Fuego, si no que convirtió el Torneo de los Tres Magos, que tanto juego podría haber dado en la gran pantalla, en un juego de niños, centrándose mucho más en amoríos más propios de Al Salir de Clase que de Harry Potter (no tanto por lo que sucede si no por cómo está explicado). Ayudado por el peor guión de la saga (¿Cómo se puede concebir un guión tan plano y falto de vida a partir de un libro tan trepidante y tenso como ese?), Newell, además, se muestra totalmente apático, más incluso que Colombus (quien, pese a su falta de imaginación visual, al menos aportaba cierto encanto a sus películas, un encanto propio del cine infantil ochentero como El Secreto de la Pirámide o Los Goonies, ambas, por cierto, guionizadas por él mismo), con lo cual se limita a poner la cámara y a rodar. Esa apatía se extiende a las interpretaciones, flojas por no decir algo peor (si en la tercera entrega Radcliffe se mostraba convincente, en esta directamente está asesinable, y el Dumbledore de Michael Gambon pierde absolutamente todo el encanto).

Con semejante (y nefasto) precedente, llegó un semidesconocido David Yates para redirigir la saga hacia otro rumbo. Con su La Orden del Fénix, demostró una solvencia visual y un talento narrativo tales que consiguió una proeza poco menos que loable: convertir el peor y más aburrido libro en una febril y trepidante cinta. Centrándose en lo verdaderamente necesario y olvidándose de subtramas aburridas en las que Rowling se regodeaba, Yates rodea todo el relato del terror que tanto se echó en falta en la cuarta cinta, manteniendo un halo de oscuridad y tensión a lo largo de toda la narración, sin renunciar a planos y escenas que compiten directamente con aquellas que en su día crease Cuarón (pese a que nunca llegue a superarlas). ¿Lo malo? El clímax. Mientras que en la novela existía un clímax largo, terrorífico y triste, aquí encontramos una concatenación apresurada de eventos a modo de precipitada resolución del argumento. La muerte de uno de los personajes clave pasa completamente desapercibida y el desenlace deja un amargo regusto a falta de tiempo y de explicaciones. Lástima. Con todo, un buen filme.

Y así llegamos a este Harry Potter y el Misterio del Príncipe. En el momento de comenzar a verla, mis expectativas eran francamente bajas por varios motivos: las flojas críticas otorgadas por los seguidores de la saga literaria (principalmente, debidas a ciertos cambios insertados en su homónima cinematográfica), las declaraciones del director anunciando que sería la más humorística de todas las películas (cuando el libro es de todo menos humorístico) y, especialmente, mi escepticismo de que se pudiera condensar tantísima información como contiene la novela en un filme. Dos horas y cuarto después, salgo de la sala con una sonrisa de oreja a oreja: no puedo hallarme más satisfecho.


No solo funciona a las mil maravillas como adaptación (dado que condensa muy acertadamente todo el libro en sus dos horas y cuarto de metraje, inventando lo justo para que el relato funcione en cine), si no que también resulta más que cumplidora como película independiente de los libros. Yates, en ocasiones, se permite incluso mejorar el original o aportarle nuevos matices. Con un libro bastante secundario dentro de la franquicia literaria (no en vano, El Misterio del Príncipe no es más que una lograda introducción para el espectacular Las Reliquias de la Muerte), el director y su equipo (en el que destaca el director de fotografía Bruno Delbonnel -autor de la cinematografía de Amelie-) extraen el jugo de dicho libro para crear una película entretenidísima (su extendido metraje en ningún momento se hace pesado), coherente y que en ningún momento insulta a la inteligencia del espectador (cosa que en estos tiempos de blockbusters hiperanabolizados y estupidizantes, de Lobeznos infumables y Transformers amodorrados, ya es muchísimo pedir), rodeada en todo momento de un aura de oscuridad, magia y melancolía.

Y pese a todo, es, efectivamente y tal como decía el director, la cinta con más momentos cómicos de todas. Pero no temáis, esos momentos cómicos no solo funcionan (en gran parte, gracias al talento cómico del reparto), si no que cumplen perfectamente como alivio cómico a tanto suspense. Otra ventaja: la subtrama amorosa protagonizada por Ron Weasley. Lo que en otras manos (no señalo a nadie... ejem, Mike Newell) podría haberse convertido en un pastiche hormonado y empalagoso, es tratado con un sano sentido del humor y verdadera emotividad a flor de piel (la escena protagonizada por Hermione Granger en las escaleras es todo un ejemplo de cómo, con una adecuada dirección de actores, una escena puede sostenerse completamente en los sentimientos de un personaje, al margen de los efectos visuales complementarios). Este detalle marca la diferencia: aquí no vamos a ver batallitas entre magos y criaturas y bonitas florituras con varitas. Vamos a ver una historia, a unos personajes en constante debacle moral. Ése es el mérito tanto del guionista Steve Kloves como de David Yates.

A todo esto, unidle una gran cantidad de momentos que se os quedarán grabados a fuego en las retinas (los momentos en que se juega a Quidditch, toda la parte de la cueva...), maravillosos efectos visuales, unos duelos mágicos más parecidos que nunca a duelos propios del western, una banda sonora muy loable por parte de Nicholas Hooper (mucho mejor que el descafeinado score de La Orden del Fénix), un acertado montaje (el tempo de la cinta es el adecuado, ni demasiado lento ni excesivamente apresurado), unas muy convincentes interpretaciones de todo el reparto (a destacar la labor de Tom Felton -mostrando un lado nunca visto en Draco Malfoy... y no, no es un lado necesariamente malvado-, Jim Broadbent, Michael Gambon y, sí, Daniel Radcliffe -que demuestra tanto su mejoría a niveles dramáticos como una vis cómica a aprovechar-)... Sencillamente, se trata de una obra mucho mayor que su predescesora (a todos los niveles) y de un suculento aperitivo para lo que pueden llegar a ser las dos cintas que conformarán la dupla Las Reliquias de la Muerte.

¿Pegas? Como siempre, ciertas arritmias propias de querer condensar muchas escenas en poco tiempo (aunque, curiosamente, ésta es la entrega en que menos se padecen dichas arritmias), algunos cambios que, al margen de levantar ampollas en los fans más intransigentes de la saga literaria, simplemente están poco justificados dentro de la narrativa, una ligera dejadez en algunas subtramas más importantes de lo que puedan parecer a simple vista y, por qué no decirlo, la sensación de que solamente hemos visto un capítulo introductorio. Un gran capítulo, sí, pero introductorio a fin de cuentas. No temáis: el clímax llegará en poco tiempo. Y está en buenas manos, eso seguro.

Valoración Global:


-La Piedra Filosofal: 5,5/10


-La Cámara Secreta: 7/10


-El Prisionero de Azkaban: 9/10


-El Cáliz de Fuego: 5/10


-La Orden del Fénix: 7/10


-El Misterio del Príncipe: 8,5/10

martes, 14 de julio de 2009

¿Dónde queda la humanidad?


No tengo palabras para definir este caso. Simplemente, me pregunto qué clase de humanidad puede concebir semejante sistema "político".

http://www.elpais.com/articulo/internacional/latigazos/llevar/pantalones/elpepuint/20090713elpepuint_9/Tes

martes, 7 de julio de 2009

"Angels & Demons" (Hans Zimmer) -- Crítica de la Banda Sonora


Sobre la película me limitaré a dar cuatro pinceladas: se trata, contrariamente al megacoñazo hiperpresupuestado y telefilmesco que era "El Código DaVinci", un thriller más que decente, con una factura técnica y un magnífico diseño de producción (prueba de ello es esta anécdota: gente que ha visitado la iglesia de Santa Maria della Vittoria creyó que la que aparece en la película es la misma que visitaron, ignorando el hecho de que el Vaticano prohibió al equipo rodar en varias localizaciones, entre las cuales figuraba dicha iglesia). Con un reparto mucho más ajustado (pese a que Ron Howard sigue sin saber dónde colocar a las mujeres en las aventuras de Robert Langdon, desaprovechando completamente el personaje de Vittoria Vetra) y un ritmo narrativo más preciso, estas peripecias nos interesan mucho más que las anteriores por el incremento de tensión que traen con ellas (no en vano, al contrario que en "El Código..." donde lo más que se hallaba en juego era limpiar el nombre de Langdon, en esta cinta el Vaticano entero corre el peligro de ser destruido, y no son pocas las bajas que se producen durante el relato) y una duración mucho más apropiada que en la anterior entrega (pasamos de dos horas y media de puro tedio a dos horas de pura tensión, ¡bien hecho, Mr. Howard!). Incluso se permite giros de guión que a más de uno pueden sorprender y/o descolocar; ¡rayos, si hasta Tom Hanks parece estar despierto mientras recita sus frases!

Pero no todo son buenas noticias: mientras que casi todo se ha mejorado en esta nueva entrega, la banda sonora, sin duda alguna, resulta poco menos que mediocre si la comparamos con el prodigioso trabajo que Hans Zimmer realizó en 2006 para "The DaVinci Code" (lo mejor de ese soporífero telefilm, sin duda). Mientras que en la primera entrega, Zimmer se desmarcaba completamente de su (habitualmente) machacón estilo, ofreciéndonos un festín de sonidos elegíacos con motivo religioso (cómo no), en esta ocasión, el autor de scores como "Gladiator", "The Rock" o "The Prince Of Egypt", respaldado por Atli Orvarsson, se muestra apático y repetitivo, no solo repitiendo leit motivs presentes en "The DaVinci Code" de forma recurrente, si no rellenando la partitura de sonidos meramente ambientales que adornando la película funcionan a la perfección, pero en una escucha aislada pueden provocar hastío.

1. "I60 BPM" (06:42): El disco comienza con un tema de loable inicio (coros y campanitas unidos al sintetizador que crea un ritmo trepidante), pero que se torna machacón e intrascendente enseguida, haciéndose pesado en una escucha aislada. Curiosamente, este tema no aparece hasta la primera media hora de metraje, y gran parte del mismo ha sido recortado para ajustarse a una escena de apenas dos minutos de duración.

2. "God Particle" (05:20): Este tema representa (al menos en su parte inicial) el comienzo, cronológicamente hablando, de la película, puesto que su primer minuto es el tema que suena mientras vemos los logos de las productoras. Ese primer minuto comienza con una variante del tema "Chevaliers de Sangreal" para derivar en un nuevo tema, más oscuro, asociado a los Illuminatti. A partir de ese punto, deriva en un tema meramente ambiental ciertamente cansino, cuya única función es reforzar la tensión de las imágenes.

3. "Air" (09:09): Es, en mi opinión, uno de los temas que más aportan a la obra de Zimmer. Se trata de un trepidante seguimiento a los protagonistas mientras intentan rescatar al segundo cardenal Preferiti (candidato a ser elegido como Papa después de la muerte del anterior) de una muerte segura. No solo es un tema magníficamente orquestrado con un ritmo impecable, si no que, una vez vista la cinta, gana mucho en escuchas aisladas posteriores.

4. "Fire" (06:52): Aquí se nos muestra a un Zimmer muy machacón y vacuo, resultando este tema una simplona unión entre sintetizador y coros (con ocasionales apariciones de campanas) que se extiende ad nauseam. No resulta fácil aguantar una escucha entera de esta pista sin acabar saltando algún fragmento.

5. "Black Smoke" (05:45): Un corte meramente ambiental que, sin embargo, resulta bastante comedido y soportable. Simplemente se trata de ritmos fusionados (en gran medida, percusión fusionada con sintetizador) con el fin de reflejar tensión y trepidancia.

6. "Science Vs. Religion" (12:27): De lejos, el mejor tema de la banda sonora, no solo por su aportación al universo musical de Robert Langdon (puesto que no repite ningun leit motiv previamente visto), si no por lo hermoso que resulta. Curiosamente, este corte acompaña a uno de los momentos de mayor tensión e incertidumbre de la cinta (y uno de los más poderosos, en términos visuales y de efectos especiales), pero, en lugar de traducirse en otro repetitivo y anodino corte de acción, el espectacular dominio del violín de Joshua Bell se apodera de la pista, regalándonos una preciosa melodía celestial, únicamente lastrada por cierto abuso de sonidos metálicos en ciertas (y contadas, por suerte) ocasiones.


7. "Immolation" (03:39): Poco original. Esa es la expresión que mejor define esta pista, demasiado deudora del corte "Watch the world burn" de la banda sonora de "The Dark Knight". Aún así, dentro de la cinta acompaña considerablemente bien a un acontecimiento dramático, con lo cual, se perdona su total carencia de creatividad por su correcta unión con las imágenes. Un poco más de imaginación la próxima vez, Hans.


08. "Election by adoration" (02:12): De nuevo, el violín de Joshua Bell se hace dueño y señor de un tema realmente hermoso. Resulta todo un descanso, después del festival orgiástico de sonidos machacantes que ha sido la banda sonora, escuchar verdadera música.


09. "503" (02:14): Este corte supone el reencuentro de quien escucha con el brillante tema "Chevaliers du Sangreal", solo que introduciendo un órgano de iglesia al conjunto. Cero originalidad, diez en musicalidad.


En resumen, una banda sonora que no pasa de mero refrito con anabolizantes de "The DaVinci Code", y que casi en su totalidad suena trillada, machacona y poco fresca, pero no se le puede negar cierto ritmo, y algunas de sus pistas son poco menos que brillantes -en gran parte, porque partían de un extraordinario precedente y referente-.


Valoración global: 5,5/10