sábado, 14 de marzo de 2009

"Gran Torino": el encanto de lo viejo, de lo clásico, de lo sencillo


Vayamos por partes: esta película, quizás no de forma premeditada, supondrá a lo largo de los tiempos un hito en la carrera del gran Clint Eastwood. No es para menos, puesto que, si no cambia de parecer, supone su última aparición frente a las cámaras para, de ahora en adelante (y, viniendo de Eastwood, no me extrañaría que hasta el mismo final de sus días) relegarse exclusivamente a tareas de dirección y composición musical.

Dicho esto, pues, debo añadir que "Gran Torino" tiene dos niveles de interpretación/análisis: uno más superficial, a través del cual, lo que nos queda es una tragicomedia sazonada con toques de drama social y western que solamente puede ser calificada de "cojonuda". Pero si nos decantamos por el segundo nivel de análisis, mucho más complejo y rico en detalles, "Gran Torino" deja de ser una obra menor en la obra de Mr. Eastwood para pasar a ser toda una declaración de madurez, la obra de un perro viejo que a estas alturas de la vida (tal como apunta Rafa Martín en su crítica de Las Horas Perdidas, "alguien que ha rebasado el límite de expectativa de vida media de la población") ya está de vuelta de todo.

En "Gran Torino" hallamos muchos elementos muy propios del último [y más profundo] Eastwood:

-El cura que representa a Dios en persona (un Dios al cual Clint no tiene especial aprecio), vapuleado constantemente por Eastwood pero finalmente representativo de la cara más conciliadora de la religión católica.

-Un conflicto familiar, producido por una total falta de entendimiento [y, porqué no decirlo, una familia disfuncional, desconsiderada y absolutamente repugnante y codiciosa, que no muestra respeto ni amor alguno por sus allegados].

-Prejuicios iniciales que acaban siendo sustituidos por amor y voluntad de crecer, de aprender del otro.

-Un pasado marcado por ríos de sangre derramada y errores que no se pueden dejar atrás del todo.

-El hombre a medio camino entre justiciero y héroe, siempre diciendo lo que piensa sin remilgos, arisco mas bondadoso, dispuesto a defender hasta la muerte lo que considera justo y necesario.

Con estas bases, ya parte de su estilo propio, el actor y cineasta nos ofrece un western en toda regla (recordemos que aún estamos en el nivel más complejo de análisis, por lo tanto, estamos despejando lo superficial y accediendo a capas más profundas de interpretación): un protagonista, antaño soldado, retirado, enfermo, cansado, solo y envejecido ha de proteger un fuerte (la casa de sus vecinos, los "yemas de huevo", versiones modernas -y asiáticas- de los Apaches) de unos despiadados enemigos (la cruel banda de matones que les acosan).

Dentro de este western (que se confirma como tal con cada escena en que el personaje protagonista, Walt Kovalski, empuña un arma o se toma la justicia y la defensa por su mano), entra en juego un análisis de los cambios sociales que está experimentando el mundo, análisis mucho más sesudo y abierto de lo que cabría (en principio) esperar de un republicano convencido y firme defensor de la posesión personal de armas como es el ex-alcalde de Carmel. Muchas veces se le ha tachado de fascista, y muchas más han sido las ocasiones en que Clint ha acallado a quienes le criticaban, gracias a cintas como "El Sargento de hierro", "El Aventurero de Medianoche" o "Infierno de Cobardes" [y un largo etcétera], en las que demostraba que de fascista tiene bien poco (de hecho y para quienes no lo sepan, es un libertario declarado).

Su modo de ver la multiculturalidad resulta, como poco, esperanzador, siempre y cuando ambas partes pongan un poco de [perdón por la repetición] su parte con el fin de forjar un entendimiento mutuo. Algunas voces se han quejado del hecho que la etnia de los Hmong es retratada mediante estereotipos; personalmente, no lo veo así, si no más bien como un retrato del punto de vista inicial que Walt tiene sobre ellos (obviamente, marcado por topicazos y un elevado grado de racismo), punto de vista que va cambiando conforme los va conociendo más. No se trata de retratar a la perfección la cultura de los Hmong: simplemente se trata de decir que todos somos humanos, y por lo tanto, iguales, a fin de cuentas.

Si a este análisis social le sumamos el personaje del cura [personaje que, gracias a un buen amigo y compañero de clase, estuve todo el metraje viendo como una metáfora de la conciencia de Walt], gracias al cual obtenemos un notable debate entre éste y Walt acerca de temas como la vida y la muerte, el Bien y el Mal, o la disyuntiva entre la justicia y la venganza, siempre tratados de forma cotidiana y nunca pedante [como solo un maestro sabría hacerlo] pero nunca exentos de una gran profundidad y carga filosófica, nos damos cuenta de que "Gran Torino" es cualquier cosa menos la obra menor de un genio.


Todo ello, por supuesto, sin olvidar el tono crepuscular que el bueno de Clint imprime a todo el relato, poniendo en contraposición lo nuevo y lo viejo, las nuevas generaciones (esperanza del mundo, siempre y cuando no olviden lo que pueden enseñarles sus mayores) y los viejos. Además de dicha contraposición (o conjugación, como elijáis verlo), el ocaso se extiende al propio héroe, cuyo final está cada día más cerca. Walt lo sabe, y por eso vive pensando en el mundo de mañana, el mundo que habrá de existir una vez él haya muerto. Por eso gruñe tanto y tan a menudo: no le gusta el panorama para las futuras generaciones, ni el comportamiento generalizado de estas.

¿Supone, pues, la obra cénit de Clint Eastwood? No. Al menos no para mi. Si tuviese que hacer un ranking con sus tres mejores películas, ganarían de calle "Mystic River" (en mi opinión, su obra maestra), "Million Dollar Baby" y "Sin Perdón". Pero eso [y quizás unas interpretaciones mejorables por parte de ciertos actores] no resta ni un ápice de calidad a este peliculón, deudor de la forma de contar las historias que empleaban maestros como John Ford: durante todo el metraje estuve viendo, sintiendo, palpando la historia. Ese, junto con la capacidad de hacer subyacer mensajes mucho más profundas de forma sutil y digerible, es el encanto de lo viejo, de lo clásico, de lo sencillo.


Solo por eso y por el plano final (acompañado de una preciosa canción cantada por un Eastwood de voz rota), "Gran Torino" es más espectacular y merecedora de ser vista en la gran pantalla que cualquier superproducción hiperpresupuestada y repleta de explosiones que pueda ofrecernos Hollywood. Si todo lo que os he dicho no os resulta suficiente como aliciente para verla en cines, pensad bien en esto, ¿os perderéis la que podría ser la última película de Clint Eastwood como actor?
Puntuación: *****

1 comentario:

profedehistoria dijo...

gracias por los comentarios. Vi la peli con el último curso de la secundaria de mi país ( Chile), y fue muy buerno porque resume los 60 años de historia trancurridos desde la 2 GM, tema quwe estamos viendo en clases. Además, es simepre un placer ver a Eastwood en film. Desde San Antonio, Chile , un gracias.