sábado, 28 de marzo de 2009

"Soy Leyenda"...no, yo diría que no lo eres


Esquizofrenia. Esta palabra definiría a la perfección este blockbuster de autor, tercera revisión cinematográfica de la extraordinaria novela "I am Legend" del gran Richard Matheson (sus dos predescesoras son "El Último hombre sobre la Tierra" y "El último hombre... vivo", y no, no cuento dentro de este conjunto a la chorripollez perpetrada por Asylum llamada "I Am Omega"). Y es que nunca acaba de decantarse bien por inclinar la balanza del lado de la espectacularidad o bien por la pura reflexión. El resultado es irregular, combinando los tres mejores cuartos de hora que he visto en una superproducción en los últimos años con uno de los finales más chapuceros y rematadamente ilógicos e incoherentes que hubieran podido escoger para finalizar esta cinta.

Está claro que, de haber contado con un presupuesto menor, "Soy Leyenda" hubiera sido un filme mucho más respetuoso con la esencia primigenia del relato de Matheson. Pero eso hubiera comportado un diseño de producción mucho menos trabajado y creíble (no hay más que recordar la cutre ambientación de "El último hombre... vivo", en la cual, aguzando ligeramente la vista, se podían apreciar coches circulando en una ciudad pretendidamente desierta... sin comentarios), de modo que, al menos en mi caso, se plantea el dilema de en qué medida un menor presupuesto hubiera mejorado o empeorado esta cinta. Lo que es seguro es que había mejores guionistas para revisar el libreto escrito por Mark Protosevich que el señor Akiva Goldsman (responsable tanto de guiones reguleros como el de "Una Mente Maravillosa" como de destrozar completamente la saga Batman).

Desconozco en qué medida Goldsman es responsable de que la película derive de un mensaje apocalíptico y pesimista a una moralina barata de corte cristiano (¡Faltaría más!), mucho más propia de un escritor neoconservador amateur que de Matheson. Lo que es seguro es que tanto Smith en calidad de protagonista y productor como Goldsman cogieron la idea principal del libro, pero solamente lo entendieron a medias. Solo así se entiende que pasemos de un primer acto (y también la primera mitad del segundo acto, para ser justos) maravilloso, sostenido por un Smith en estado de gracia y acompañado por una perra, Sam, que casi le roba la función (ya lo decía Hitchcock, nunca trabajes con niños ni perros si no quieres que te roben el protagonismo).

En dicho primer acto y medio segundo acto vemos al protagonista, Robert Neville (previamente encarnado por Vincent Price y por Charlton Heston en sendas versiones previas), mejor interpretado que nunca gracias a un Will Smith más alejado que nunca de su rol de estrellita hollywoodiense que mete chistes con calzador cada dos frases, contenido y muy metido en su papel de científico militar-cazador deshumanizado. Solamente Sam supone un pequeño resquicio de humanidad y cordura para Robert, una toma de contacto con el mundo que le rodea. Por lo demás, es el Neville más fiel a la novela que jamás se ha visto en una pantalla (curioso dado que el Robert Neville de Matheson era un hombre caucásico, no negro). Le vemos cazando, experimentando con cobayas en busca de una cura para el vampirismo que ha atacado a toda la población humana, intentando contactar con algún superviviente día sí y día también... Matheson se sentiría orgulloso (por no hablar de la genial manera en que el director Francis Lawrence inserta los flashbacks en los cuales se profundiza en el argumento, o de ciertas escenas que, de pura tensión, erizan los pelillos de la nuca) de cómo se ha adaptado su novela en este tramo... hasta que se desata el caos.

Mi teoría es que Lawrence dirigió la película hasta ese tramo y después tomó el relevo Roland Emmerich; de lo contrario no me explico el caos lisérgico-gilipollez supina católica ortodoxa en que se convierte "Soy Leyenda" a partir del minuto 50 aproximadamente. Ya habíamos presenciado ciertos agujeros de guión del tamaño de un queso Gruyére... Pero que pasemos de una interesante distopía a ver la secuela de "Yo Robot" cambiando los robots por un ejército de clones de Gollum idénticos entre si (CTRL+C, CTRL+V), engendros supuestamente vampíricos (pese a que ni siquiera al Macho Alfa, vampiro que más peso y presencia en pantalla tiene, podemos identificar como tal) de los cuales el bueno de Richard Matheson se avergonzaría hasta el punto de revolverse en su tumba (es más, quizás preferiría a los mutantes de pelo Afro que acosaban a Charlton Heston que a esos monstruos hechos con Paint y After Effects), es como poco delirante. Comparar la primera mitad de "Soy Leyenda" con la segunda es como comparar "Batman Begins" con "Batman Forever", básicamente.

Si a los vampiros de la PlayStation 2 y a la irregularidad de la narración le sumamos un desenlace cogido por los pelos y sensiblero hasta el punto de que el espectador medio pueda sufrir un coma diabético, el susodicho mensaje de corte WASP y la no-comprensión del mensaje que venía a transmitir la novela original (sin entrar en detalles, solo diré que suponía un desenlace lógico pero muy inesperado, y un canto contra los dogmatismos en toda regla), el conjunto final nos lleva a la conclusión inevitable de que el mal endémico que padece este filme es el hecho de ser una superproducción que, como tal, ha de recuperar el dinero invertido y a ser posible duplicarlo (o triplicarlo, ya puestos). Su condición de blockbuster la supera, la hace padecer una esquizofrenia narrativa que lastra el conjunto. Eso, y ver a Will Smith improvisando un doblaje para "Shrek" en lo que pasará a la historia del cine como una de las peores escenas de los últimos años, son los grandes males que padece "Soy Leyenda", que por lo demás, es una distopía muy aceptable y entretenida (repito, hasta que llegan los Gollums de PlayStation 2).

Por último, a destacar el uso del silencio ambiental y la excelente banda sonora de James Newton Howard (de la cual, en el filme, solo oimos algunos temas en momentos aislados, pero en que su edición de Varese Saraband se recoge en su totalidad).

Puntuación: **

sábado, 14 de marzo de 2009

"Gran Torino": el encanto de lo viejo, de lo clásico, de lo sencillo


Vayamos por partes: esta película, quizás no de forma premeditada, supondrá a lo largo de los tiempos un hito en la carrera del gran Clint Eastwood. No es para menos, puesto que, si no cambia de parecer, supone su última aparición frente a las cámaras para, de ahora en adelante (y, viniendo de Eastwood, no me extrañaría que hasta el mismo final de sus días) relegarse exclusivamente a tareas de dirección y composición musical.

Dicho esto, pues, debo añadir que "Gran Torino" tiene dos niveles de interpretación/análisis: uno más superficial, a través del cual, lo que nos queda es una tragicomedia sazonada con toques de drama social y western que solamente puede ser calificada de "cojonuda". Pero si nos decantamos por el segundo nivel de análisis, mucho más complejo y rico en detalles, "Gran Torino" deja de ser una obra menor en la obra de Mr. Eastwood para pasar a ser toda una declaración de madurez, la obra de un perro viejo que a estas alturas de la vida (tal como apunta Rafa Martín en su crítica de Las Horas Perdidas, "alguien que ha rebasado el límite de expectativa de vida media de la población") ya está de vuelta de todo.

En "Gran Torino" hallamos muchos elementos muy propios del último [y más profundo] Eastwood:

-El cura que representa a Dios en persona (un Dios al cual Clint no tiene especial aprecio), vapuleado constantemente por Eastwood pero finalmente representativo de la cara más conciliadora de la religión católica.

-Un conflicto familiar, producido por una total falta de entendimiento [y, porqué no decirlo, una familia disfuncional, desconsiderada y absolutamente repugnante y codiciosa, que no muestra respeto ni amor alguno por sus allegados].

-Prejuicios iniciales que acaban siendo sustituidos por amor y voluntad de crecer, de aprender del otro.

-Un pasado marcado por ríos de sangre derramada y errores que no se pueden dejar atrás del todo.

-El hombre a medio camino entre justiciero y héroe, siempre diciendo lo que piensa sin remilgos, arisco mas bondadoso, dispuesto a defender hasta la muerte lo que considera justo y necesario.

Con estas bases, ya parte de su estilo propio, el actor y cineasta nos ofrece un western en toda regla (recordemos que aún estamos en el nivel más complejo de análisis, por lo tanto, estamos despejando lo superficial y accediendo a capas más profundas de interpretación): un protagonista, antaño soldado, retirado, enfermo, cansado, solo y envejecido ha de proteger un fuerte (la casa de sus vecinos, los "yemas de huevo", versiones modernas -y asiáticas- de los Apaches) de unos despiadados enemigos (la cruel banda de matones que les acosan).

Dentro de este western (que se confirma como tal con cada escena en que el personaje protagonista, Walt Kovalski, empuña un arma o se toma la justicia y la defensa por su mano), entra en juego un análisis de los cambios sociales que está experimentando el mundo, análisis mucho más sesudo y abierto de lo que cabría (en principio) esperar de un republicano convencido y firme defensor de la posesión personal de armas como es el ex-alcalde de Carmel. Muchas veces se le ha tachado de fascista, y muchas más han sido las ocasiones en que Clint ha acallado a quienes le criticaban, gracias a cintas como "El Sargento de hierro", "El Aventurero de Medianoche" o "Infierno de Cobardes" [y un largo etcétera], en las que demostraba que de fascista tiene bien poco (de hecho y para quienes no lo sepan, es un libertario declarado).

Su modo de ver la multiculturalidad resulta, como poco, esperanzador, siempre y cuando ambas partes pongan un poco de [perdón por la repetición] su parte con el fin de forjar un entendimiento mutuo. Algunas voces se han quejado del hecho que la etnia de los Hmong es retratada mediante estereotipos; personalmente, no lo veo así, si no más bien como un retrato del punto de vista inicial que Walt tiene sobre ellos (obviamente, marcado por topicazos y un elevado grado de racismo), punto de vista que va cambiando conforme los va conociendo más. No se trata de retratar a la perfección la cultura de los Hmong: simplemente se trata de decir que todos somos humanos, y por lo tanto, iguales, a fin de cuentas.

Si a este análisis social le sumamos el personaje del cura [personaje que, gracias a un buen amigo y compañero de clase, estuve todo el metraje viendo como una metáfora de la conciencia de Walt], gracias al cual obtenemos un notable debate entre éste y Walt acerca de temas como la vida y la muerte, el Bien y el Mal, o la disyuntiva entre la justicia y la venganza, siempre tratados de forma cotidiana y nunca pedante [como solo un maestro sabría hacerlo] pero nunca exentos de una gran profundidad y carga filosófica, nos damos cuenta de que "Gran Torino" es cualquier cosa menos la obra menor de un genio.


Todo ello, por supuesto, sin olvidar el tono crepuscular que el bueno de Clint imprime a todo el relato, poniendo en contraposición lo nuevo y lo viejo, las nuevas generaciones (esperanza del mundo, siempre y cuando no olviden lo que pueden enseñarles sus mayores) y los viejos. Además de dicha contraposición (o conjugación, como elijáis verlo), el ocaso se extiende al propio héroe, cuyo final está cada día más cerca. Walt lo sabe, y por eso vive pensando en el mundo de mañana, el mundo que habrá de existir una vez él haya muerto. Por eso gruñe tanto y tan a menudo: no le gusta el panorama para las futuras generaciones, ni el comportamiento generalizado de estas.

¿Supone, pues, la obra cénit de Clint Eastwood? No. Al menos no para mi. Si tuviese que hacer un ranking con sus tres mejores películas, ganarían de calle "Mystic River" (en mi opinión, su obra maestra), "Million Dollar Baby" y "Sin Perdón". Pero eso [y quizás unas interpretaciones mejorables por parte de ciertos actores] no resta ni un ápice de calidad a este peliculón, deudor de la forma de contar las historias que empleaban maestros como John Ford: durante todo el metraje estuve viendo, sintiendo, palpando la historia. Ese, junto con la capacidad de hacer subyacer mensajes mucho más profundas de forma sutil y digerible, es el encanto de lo viejo, de lo clásico, de lo sencillo.


Solo por eso y por el plano final (acompañado de una preciosa canción cantada por un Eastwood de voz rota), "Gran Torino" es más espectacular y merecedora de ser vista en la gran pantalla que cualquier superproducción hiperpresupuestada y repleta de explosiones que pueda ofrecernos Hollywood. Si todo lo que os he dicho no os resulta suficiente como aliciente para verla en cines, pensad bien en esto, ¿os perderéis la que podría ser la última película de Clint Eastwood como actor?
Puntuación: *****

miércoles, 11 de marzo de 2009

Dragon Ball: Evolution

Llegó la hora del Apocalipsis.

ACTUALIZACIÓN (13/03/09): Debido a una retirada masiva de vídeos realizada por 20Th Century Fox (seguro que motivada por el aluvión de críticas recibidas en vista del enormérrimo mojón que será "Dragon Ball: Evolution", los vídeos de YouTube que inserté en este artículo ya no funcionan. Para compensar, os dejo el Trailer, para que os hagáis una idea de la clase de... cosa que nos espera.