domingo, 23 de noviembre de 2008

Sobre cómo buscaremos un razonamiento a aquello que no lo tiene.


Muy buenas. En primer lugar, me disculpo por mi tardanza en actualizar, he pasado el fin de semana en la Ciudad Condal sin posibilidad de conectarme a esta maravillosa herramienta que es Blogger. A [relativamente] poco tiempo para acabar un [cinematográficamente hablando] irregular 2008, me gustaría comentar una de las películas más valientes pero al mismo tiempo fallidas que nos ha brindado el señor M. Night Shyamalan, "El Incidente".

Desde “Señales” -a mi juicio, su película más floja con diferencia-, todas y cada una de sus obras posteriores renuncian al twist final que le daba la vuelta a toda la narración y se centran en explicitar un mensaje de corte filosófico-moralejero a través de varias pistas y claves repartidas a lo largo del metraje, las cuales, para ser apreciadas como es debido requerirán de un segundo (y si conviene, tercer) visionado, que además servirá para algo más complejo: captar la verdadera esencia de lo que Shyamalan nos está contando y valorar mejor la película en cuestión de cómo la valoraríamos centrándonos en nuestra primera impresión.

Y es que últimamente la obra del director hindú se sale de las convenciones genéricas y de las expectativas que se pueda formar el público con las –siempre excelentes- premisas que se saca de la manga. Para M. Night, la premisa solo es un vehículo para expresar un mensaje, siempre diferente en cada cinta nueva que crea [y siempre sabiamente enunciado], al margen de las típicas moralinas y moralejas con las que Hollywood nos castiga sin piedad. Estos dos últimos párrafos son necesarios para comprender la esencia de este controvertido y talentoso cineasta, y el hecho de que sus tres últimas películas –incluyendo ésta última- hayan dividido tanto a crítica como a público.

Debo admitir que la primera vez que vi “El incidente” me pareció de largo la peor de las obras de Shyamalan. Le encontré defectos por todas partes, me pareció floja, con unos diálogos pésimos... Me pareció una cinta deficiente y hecha a desgana [más aún teniendo en cuenta que la produce y distribuye la 20th Century Fox, comandada por uno de los adalides de la sabiduría descartiana, que responde al nombre de Tom Rothman].

Pero por circunstancias de la vida, decidí echarle un nuevo vistazo, esta vez en Versión Original Subtitulada. Y cuánto cambió mi opinión en ese segundo visionado. Al saber de antemano lo que pasaba, estuve atento a los detalles y comprendí todo a la perfección. No solo eso: me entretuvo mucho más, aprecié los numerosos frescos que el autor dosifica a lo largo del metraje –inolvidable la estampa de un invernadero con una planta química contaminando por doquier justo detrás, un cuadro que define todo el mensaje que pretende transmitirnos el cineasta-, y de hecho me tuvo en tensión, cosa que inexplicablemente, no me ocurrió en un primer visionado.

En mi opinión, gran parte de las críticas que tanto crítica como público hemos vertido –sí, también me cuento como parte del público que la masacró en su momento- se debían principalmente a las excesivas expectativas que todos nos habíamos creado en torno a esta cinta, bien por el secretismo que envolvió toda la producción, bien por el esperado retorno de Shyamalan al suspense, bien por los excelentes trailers –que, lamentablemente, nos desvelaron los momentos más espeluznantes y sorprendentes de la película-. Valorando la cinta como merece ser valorada, dicha situación resulta cuanto menos injusta.

Por un lado tenemos a un talentoso director dando lo mejor de si mismo en cada plano. Cada escena, [casi] cada ángulo de cámara está increíblemente estudiado –igual que la causa del susodicho incidente, es algo que escapa a nuestra comprensión-, y los actores se mueven al son de una cámara inquieta pero tranquila. Por el otro, tenemos a un reparto ajustado: igual que un personaje en una cinta de Shyamalan, cada actor cumple su función en la película. Mark Wahlberg sorprende como profesor de ciencias –que no os engañe el doblaje y su sempiterno ceño fruncido, Wahlberg realiza una correctísima intepretación-, Zooey Deschanel encandila con su dulzura y convence levantando con soltura un papel poco agradecido, John Leguizamo nos hace olvidar que una vez protagonizó “Super Mario Bros” con su performance de padre de familia abrumado por las circunstancias, y la pequeña Ashlyn Sanchez demuestra un desparpajo y una naturalidad ante las cámaras que merece ser destacada –es obvio que a Shyamalan se le da bien dirigir a pequeños actores, esperemos que ella no se convierta en una druggie teen a diferencia de uno que yo me sé-.

Y por supuesto, no debemos dejar pasar ni su magnífica fotografía –obra del maestro Tak Fujimoto-, ni la estremecedora –por conmovedora, no por terrorífica- banda sonora de James Newton Howard, ni las numerosas ocasiones en que el director nos pone los pelos de punta, con momentos como el prólogo, espeluznante, o toda la parte que transcurre en la casa de Mrs. Jones (por otro lado, sospechosamente similar al fragmento que transcurre en casa de Harlan Ogilvy en "La Guerra de los Mundos" spielbergiana).

Tampoco hay que pasar por alto su mensaje, muy en boga en estos tiempos [y que el autor hindú nos recuerda a través de un programa de televisión]: nos hemos convertido en una amenaza para la naturaleza, y eso nos traerá consecuencias.

A muchos ha disgustado que la causa de los suicidios no se aclare del todo. En mi opinión, con las pistas que Shyamalan reparte a lo largo de la cinta –y que, repito, no apreciaremos en toda su magnitud con un solo visionado-, el espectador ya puede hacerse una idea sobre la causa de dicho suceso. Pero, al mismo tiempo, M. Night nos avisa constantemente de algo totalmente opuesto y contradictorio respecto a lo anteriormente escrito: los humanos padecemos una avidez por conocerlo todo, por dar una explicación plausible a algo que escapa a nuestra comprensión. En lo referente a la naturaleza solo se pueden realizar hipótesis, y por esa razón Shyamalan parece preferir no dar una explicación única a lo que vemos en la cinta, si no que, al tratarse de un fenómeno natural, nos deja especular libremente. No cabe duda de que es una decisión valiente.

Aún así, este largometraje adolece de una tara demasiado grande como para pasarla por alto: no está bien desarrollado, al menos, no todo lo bien desarrollado que podría ofrecernos Shyamalan. Bien por un cierto síntoma de autocomplacencia y autofelación, bien por intentar contentar tanto al gran público como a los seguidores más ortodoxos de su cine más metafórico y metatemático, "El Incidente" no acaba de decantarse por uno u otro target, y eso le pasa factura al propio material, hasta el punto de que ciertas situaciones con un amplio potencial terrorífico pasan prácticamente al terreno del absurdo, como cierta escena que implica a Elliot, el protagonista, y una planta.

A ello hemos de sumarle algunas inconsistencias argumentales bastante evidentes, unos diálogos que pudieron trabajarse más, y fallos técnicos menores que se han colado –micrófonos que asoman por las esquinas por ejemplo- y que en un perfeccionista como es Shyamalan resultan poco menos que imperdonables. Aún así, es una digna cinta de suspense, aunque en el futuro hemos de exigir mucho más al señor Manoj. A la espera de nuevos filmes suyos, solamente nos queda preguntarnos cuál será la próxima sorpresa del hindú más famoso de Philadelphia –cuyo cameo en esta cinta es cuanto menos, irrisorio, mas gracioso de cualquier manera-.

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