martes, 25 de noviembre de 2008

Quantum Of Solace: Volviendo al Bond de siempre... ¿o no?


Sorprendente resulta descubrir, una vez comenzada la proyección, que la vigesimo segunda película de la saga del agente secreto más famoso comienza sin un prólogo propiamente dicho (si no que la espectacular persecución que marca el pistoletazo de salida es parte de la trama principal, y no solo eso, si no que también sirve para enlazar esta cinta y su predescesora, "Casino Royale"), renunciando por ende a la seña de identidad de la saga (¡Si incluso la anteriormente mencionada "Casino Royale" tenía un prólogo, rodado en blanco y negro y con una menor dosis de acción, pero igualmente cojonudo!). En "Quantum Of Solace" (extraño es que nuestros distribuidores patrios, mentes privilegiadas responsables de excelsos títulos como "Tropic Thunder: Una guerra muy perra", "Cariño, me he convertido en un perro" o "Soñando soñando, triunfé patinando" no la hayan traducido como "007: Cuanto Sol Hace") la trama comienza con la sexta puesta -nunca mejor dicho-: Bond es perseguido [los que hemos visto la anterior entrega intuimos por qué, con una pícara sonrisa en los labios] y debe deshacerse, a bordo de un flamante Aston Martin -cómo no- de los malvados sicarios que intentan constantemente acabar con su vida e incluso de la policía de Siena (Italia), hasta llegar a un final con sorpresa incluida. Un inicio más propio de Jason Bourne que de James Bond, como podéis ver.

Pero, durante los títulos de crédito iniciales que suceden a esta trepidante escena, comprobamos que los Broccoli vuelven a lo mismo de siempre: psicodelia visual, mujer con voz sexy cantando una canción con ritmo de Soul/Jazz (en este caso, una Alicia Keys que cumple sin alardes) y sobretodo, bailarinas desnudas. ¿¡Otra vez!? Lo peor de todo es que, una vez vista la película entera, estos créditos resultan más que incoherentes con tono general que se ha marcado a lo largo del metraje (Debo ser un poco lento, pero de veras que no encuentro relación alguna entre una historia charlesbronsiana de vendetta y una secuencia de créditos tan colorista y sesentera).


Acto seguido, vamos descubriendo todo el entramado que rodea a la misteriosa organización Quantum (deudora de la clásica SPECTRA, esta nueva organización da un cierto sentido al extraño título de este filme). La estructura de esta cinta es como la de un videojuego: consigo información, pelea/persecución, consigo información, pelea/persecución... y así sucesivamente. A este ritmo tan propio de la PlayStation 3 -curiosamente, "Quantum..." tiene su versión para consolas. ¿Debo interpretar que esto es meramente casual?-, hemos de sumarle una mucho más que evidente aprehensión con respecto a la saga de Jason Bourne, especialmente de las dos últimas entregas dirigidas por Paul Greengrass. No creo que sea casual que, en lugar de intentar fagocitar parte del elegante estilo del cual Martin Campbell (eterno resurrector de la saga Bond), Marc Forster, poco ducho en las labores de dirigir películas de acción, haya recurrido a la técnica consistente en mostrar la acción mediante una cámara temblorosa y planos cortísimos. Este recurso cinematográfico aquí es empleado para aumentar la sensación adrenalítica que ya de por si enfatiza la excelente banda sonora del infalible David Arnold.

Fotografía trabajada, un montaje [casi] siempre efectivo -el ritmo nunca decae, prueba fehaciente de ello es que hayan condensado toda la historia en 104 minutos, consiguiendo la película más corta y concisa de la saga-, maravilloso trabajo de stunts [incalculable resulta en esta ocasión el valor de la Segunda Unidad], un eficaz guión escrito por Robert Wade, Neal Purvis (ambos libretistas habituales de la franquicia) y Paul Haggis... En teoría, "Quantum..." debería ser una gran película. Pero no lo es. Por varios motivos.

Mientras que la ambigüedad y poca definición de los personajes jugaba a favor de las cintas Bournianas -recordemos que están filmadas y narradas como si de un documental de espías se tratase-, esto no funciona igual de bien en cuanto se aplica al Agente 007 y sus compañeros de reparto: si por algo siempre se ha caracterizado la saga (sí, incluso en el radical cambio de registro que supuso "Casino Royale") es por una cierta preocupación por sus personajes, tanto a la hora de darles un poco de personalidad propia como para dotarlos de motivos plausibles que justifiquen sus actos (salvo en el caso de los villanos, habitualmente malos "porque sí"). Aquí poco queda de tal preocupación: Bond está cabreado, la chica Bond (espectacular y convincente Olga Kurylenko) también está cabreada, el malo es muy malo y el secuaz es tonto de cojones. Todo muy simple.

No obstante, suerte que ahí estaba Haggis para añadir su característico toque social en forma de sutil crítica hacia las políticas internacionales de las superpotencias mundiales (no es casual que el Primer Ministro Británico esté dispuesto a "negociar con los malos" y a dejar a Bond expuesto al peligro), lo cual, junto con una cierta creatividad que Forster muestra cuando los Broccoli se lo permiten [la magistral secuencia de la Ópera debería ser mostrada de principio a fin en una academia de cine como ejemplo de montaje paralelo] y un -pese al excesivo uso de arquetipos y a la falta de calado de gran parte de los caracteres- solvente trabajo del reparto, convierten esta cinta en una digna opción para gastar los 6 euros de rigor.

Por desgracia, este Bond adrenalítico e hipervitaminado tiene en su contra la pérdida de todo sentido del humor (¡No hace falta que James esté siempre serio para que sepamos que siente rabia!), diálogos memorables y sobretodo, un montaje que, por trepidante, le resta inteligiblidad a la trama -en más de una ocasión reina el caos sobre lo que está pasando y porqué-. Por tanto, y antes de recomendar su visionado, me siento en la obligación de avisaros de dos cosas: uno, mientras que "Casino Royale" era una película de espías elegante y muy bien dosificada, en "Quantum..." tenemos un videojuego filmado trepidante y espectacular pero confuso; y dos, que nadie espere al Bond seductor, enamorado de si mismo y equipado con gadgets imposibles. Con esta cinta, Daniel Craig nos demuestra que el nuevo Bond ha venido para quedarse. Lo único que les pido a los responsables de la saga es que, de cara a una próxima entrega, hagan a este personaje más Bond (el de Ian Fleming) y menos Bourne (el de Matt Damon, nada que ver con el que creó Robert Ludlum).

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