martes, 11 de noviembre de 2008

La ciencia ficción hecha animación

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Esta crítica será más larga de lo que acostumbro a escribir, y está repleta de destripes y revelaciones de sorpresas que guarda la película, así que si no la habéis visto, no sigáis leyendo por favor. (En algunas ocasiones, utilizo datos aportados en una crítica escrita por un usuario de Filmaffinity, de la cual aconsejo al menos una lectura, es francamente interesante)


Aún a riesgo de parecer infantil, me gustaría daros mi opinión sobre esta pequeña maravilla que nos ha regalado la factoría Pixar, en asociación con Disney Pictures. Después de esa obra maestra que es "Ratatouille", la empresa creadora de joyitas del cine de animación como "Toy Story" y su secuela -entre otras- se supera a si misma con un clásico inmediato de la ciencia ficción en su sentido más clásico, hecha cine de animación en tres prodigiosas dimensiones.

Y digo prodigiosas por un claro motivo: desde el principio -y no hablo del corto "
Presto" que se proyecta justo antes de la película, espectacular tanto en animación como en comicidad, un slapstick que deja un gran sabor de boca y te prepara para lo que ha de venir después- nos quedamos absortos contemplando en formato cine una (casi) perfecta recreación del espacio exterior. Poco a poco, nos acercamos a un planeta Tierra rodeado de chatarra volando sin rumbo -movida por la carencia de gravedad-, hasta que nos metemos de lleno en un mundo árido, desértico, sin rastro de vida -en ningún sentido-. El "Put your sunday clothes" que iba sonando a pleno volumen en la sala se apaga, y pasamos a oírlo tan solo cuando un pequeño robot -imaginamos cuál es- pasa por delante de la cámara, emitiéndolo desde su radio incorporada. Esta es la carta de presentación de "Wall-E", simple y directa.

Con este apabullante inicio nos sumergimos en un mundo verdaderamente fascinante, en el cual se conjuga una trama que, conforme se desarrolla, toma ideas de tres autores distintos, uno para cada acto:

1.En el primer acto, asistimos a un relato desesperanzador, cargado de una constante sensación de soledad -que nuestro robótico y encantador protagonista lleva lo mejor que puede, a ritmo de "Hello Dolly" y con la compañía de su inseparable amiga la cucaracha- y, tras la llegada de EVE, de una ruptura tan súbita de dicha soledad, que solamente puede conllevar una sucesión de aventuras, después de las cuales el protagonista nunca volverá a ser el mismo. Este esquema narrativo es deudor de Richard Matheson, el escritor que nos brindó su sabiduría literaria en ese gran libro que es "I am Legend", aquí editado como "Soy Leyenda".

2.En el segundo acto, del cual tan solo desvelaré que transcurre en el espacio exterior, pasamos a un relato que perfectamente podría haber salido de la imaginación de Isaac Asimov (autor de "Yo, Robot"): las máquinas y su uso habitual -y prolongado- han acabado por amodo-aborregar al ser humano, convirtiéndolo en una caricatura de si mismo -no es casual que el Presidente de los Estados Unidos, hombre del pasado y último vestigio de una civilización mínimamente humana, aparezca en imagen real, y que los hombres y mujeres que vemos más tarde sean retratados con trazos poco realistas, muy al estilo cartoon-, en una criatura obesa y amorfa incapaz de moverse por si sola y de comunicarse si no es a través de un holoproyector (¡Toma crítica a la creciente adicción social al MSN Messenger!), retrato premonitorio bastante agudo de aquello en lo que acabaremos convirtiéndonos de continuar la sociedad por el camino que está siguiendo. El plano en que vemos los distintos cuadros en los que aparecen los capitanes que ha ido teniendo la Axiom a lo largo de su historia con Auto -el piloto autómatico, de pensamiento propio y criterio estricto- detrás (dando a entender que ha acabado por hacerse con el control de la nave) es un perfecto ejemplo de ello.
3.Llegamos al tercer, último y mucho más optimista tercer acto, en el cual el hombre -con la ayuda de las pocas máquinas librepensantes que quedan en la Axiom, Wall-E y Eve incluidos- se enfrenta al poder totalitario de las máquinas que han acabado -en parte, eso sí- al anquilosamiento. Esta parte deja mucho más claro sus referentes: en el momento en que el capitán, para enfrentarse a Auto, se pone en pie y suena la pieza musical "Así habló Zaratustra" de Richard Strauss, queda clarísimo que el acto conclusivo de esta película se basa en gran medida en la victoria de los astronautas sobre HAL en "2001: Odisea en el Espacio", aunque por supuesto, dicha inspiración se aplica pasándola por un filtro puramente Disney -ya se sabe, hay que contentar a los niños y vender juguetes- y añadiéndole toques de Ray Bradbury.
Este último acto es, no el peor, si no quizás el menos satisfactorio de esta obra de arte que es "Wall-E" -cuyo título ha sido masacrado por nuestros distribuidores patrios añadiéndole la innecesaria coletilla "Batallón de Limpieza"-, pero, para compensarnos por un clímax que resulta demasiado convencional y formulista dentro de una cinta nada formulista -más dirigida a un público adulto que a los nenes-, el director Andrew Stanton -director de otra maravilla marca Pixar, la fabulosa "Buscando a Nemo"- y su equipo nos regalan dos especialmente inspirados minutazos finales, minutos en los cuales es imposible no emocionarse ante lo que acabamos de presenciar, una fábula en toda regla, una poesía en movimiento -el momento en que Wall-E recorre el espacio exterior junto a la Axiom por primera vez es el perfecto ejemplo de unión entre pintura y cine-, un clásico inmediato. Para rematar, a las imágenes las acompaña una preciosa banda sonora del genio Randy Newman. Para muestra, un botón.
Dejando al margen alguna que otra cosilla menor que puede empañar el visionado -el hecho de que en algunos tramos se vuelva un poco repetitiva- y la descarada publicidad a Apple/IPod/los ordenadores Mac que se entrevé en ciertos momentos, es un peliculón digno de ser visto, tanto para niños como para adultos. Quién sabe, a lo mejor recordamos lo que es ser humano viéndola y decidimos no cometer ciertos errores.

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